Nota: A pesar de que este blog fue creado con la intención de publicar poesías o al menos intentar dicha empresa, hoy me permito hacer un alto y plasmar aquí algo que no tiene nada que ver con este espacio en particular, pero sí con un montón de cosas que están pasando y que atendiendo a cierto grado de responsabilidad y conciencia me dispongo a acercarlo no como una verdad sino como un matiz de pensamientos que me pertenecen.
Por otra parte me permito también la firma del que existe en esta realidad y no del seudónimo que persigue, de alguna forma una visión menos exacta de la vida, o al menos de eso escribe.
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Si hay algo que hace sentir a un mundo sumergido en el caos un poco más seguro, eso es la sensación de orden. Un orden a la orden del poder y a la obediencia de sus lacayos. Para entonces, lo legal toma forma de un “Dios-Diablo”que desde un pedestal bien alto, sube o deja caer su pulgar según las condiciones del que este sentenciado abajo.
Según lo legal, en este mundo parece legal que los genocidas revindiquen el terror y la tortura, que se hagan invasiones, violaciones a los derechos humanos y muertes a favor de la “Lucha contra el terrorismo”.
Es legal la miseria y el hambre que sufren los que quedan al margen y una sociedad frívola ante esa situación también parece legal.
Es legal (y comúnmente aceptado) que haya chicos durmiendo en las calles, pidiendo limosnas en los subtes, que haya chicos merodeando como fantasmas los Buenos Aires, que se emitan informes con los porcentajes en los que ha aumentado la prostitución infantil, pero no se haga nada para desmantelar ese negro negocio.
Es legal pedir mano dura para el que roba un pedazo de pan para comer, pero carece de legalidad pedir educación y trabajo para los que no acceden a esos beneficios.
Es legal hacer como que no se ve, viajar con lentes de sol, auriculares en los oídos, mandando mensajes de texto con el celular, ir como distraído de lo que pasa alrededor; si después de todo de reojo la realidad no es tan dura y las cosas son “como tienen que ser”.
Son legales los armamentos para seguir sumando muertes y parece legal seguir contando esas muertes como números entre otros millones de números.
Es legal la esclavitud oculta en lo que el sistema neoliberal llama “flexibilización del mercado laboral”, es legal que el trabajo ya no tenga horarios y las ocho horas laborales sean una mentira entre tantas mentiras de los beneficios que se les ofrece a los trabajadores. Lo legal es, hoy por hoy, vivir para trabajar, y dar las gracias con una sonrisa “Si señor, lo que usted mande”.
Es legal que desde arriba se mire hacia abajo con desprecio y que las “Causas justas” de nuestro tiempo sean la defensa de la propiedad privada, los intereses del sector que maneja a su disposición las piezas de un sistema que somete día a día a millones de personas, personas que ni siquiera pueden hacer valer su dignidad, ya que sin impunidad siguen siendo arrojadas a la marginalidad más profunda, a la miseria que se trata de ocultar.
Es legal hacer la legalidad a la medida de quienes la usan, y es legal utilizar el miedo y la mentira como herramienta de sometimiento para que todo siga funcionando en orden, un orden a la orden del poder y a la obediencia de sus lacayos.
Es nuestra lucha y es nuestro tiempo y quizá haya que reintentar una revancha a nuestro pasado con estandartes de dignidad, igualdad y justicia, con pan y trabajo, educación e ideas; porque una causa justa no se defiende con bocinazos y cacerolas, las causas justas son las luchas del día a día para que esto cambie (para bien, y por sobre todas las cosas para el bien de todos) de una buena vez.
“Seamos realistas, pidamos lo imposible”
Vísperas del 25 de mayo de 2008
Maximiliano Jorge Dusevich