sábado, 3 de octubre de 2009

Posibles invenciones de un día

Hoy pensé que quizá, tal vez, por qué no, podría ser el día en que el reloj se quedara afónico, que al saltar de la cama advirtiera que mis zapatos se echaron a andar solos. Podría ser el día en que la cerradura se negara a abrir y hubiera que salir por la ventana o mirar por el cerrojo para encontrar el supuesto problema. Podría ser el día en que los ascensores fatigados quedaran entre el noveno y el décimo y ya nadie se acuerde como subir o bajar las escaleras. Hoy podría ser el día en que el café quede frío y el azúcar amanezca sin su dulzura cotidiana. Podría ser también el día en que los vendedores de globos hicieran huelga por todos los niños sin globos e inundaran las calles con colores y formas y sonrisas traviesas de pequeños. Hoy podría ser el día en que no encuentre mis anotaciones, que las letras se nieguen a quedarse ahí, que el punto y coma organice un juego de escondidas. Que las secretarias pierdan las agendas organizadas y prolijas y las reuniones entren en caos y las citas de señores de corbata no sepan ni cuando, ni donde, ni que hacer. Hoy puede que un sueño quede volando fuera de la cama y que el silencio dé al fin su más hermosa y mágica melodía. Hoy podría ser el día, pero tan solo soy una lagartija boca arriba mirando el techo de la habitación, todavía faltan cinco minutos para comenzar la rutina, sabiendo que hoy podría ser ese día o tan sólo un día como cualquiera.